La guía para la crianza de tus hijos

"Hay que compartir"

Es la típica frase que decimos a nuestros hijos, sacando nuestro mejor timbre de voz y pensando que es uno de los mejores consejos que les estamos dando a nuestros hijos para su educación. Lo cual equivale a decir "hay que ser bueno".

Sinceramente es la fórmula que todos llevamos heredados de la educación que nos han dado nuestros padres y es la fórmula que utilizamos cuando nos encontramos con uno de los conflictos más comunes entre niños.


Pongamos un ejemplo, una situación que he vivido varias veces es en el parque donde mi hijo coge el juguete de otro niño, sin miramientos, provocando el consecuente llanto o rabieta del pequeño propietario, porque aunque no estuviera jugando con ese juguete en particular, simplemente no le apetecía compartir su juguete . Si la otra mamá, le obliga hacerlo porque quiere que así aprenda diciéndole "hay que compartir" e intenta mediar como puede el llanto de su hijo y que vuelva a la calma.

¿Cómo crees que se siente ese niño, que se ve obligado a compartir en contra de su voluntad? ¿Es solidaridad y generosidad lo que vive dentro de él, es esos instantes? ¿Obligarlo a compartir realmente lo ayuda a relacionarse de una forma más positiva con los demás?

En este caso, vemos que lo que pasa es que el niño propietario del objeto se frustra por su propio bien.

El pequeño propietario aprende aunque por la fuerza y el que quiere el objeto que no es suyo se encontrará con el "no" y el dolor de ese límite o pérdida.

Sin lugar a dudas, es bueno crecer mirando la necesidad que los demás tienen de nosotros, sintiéndonos capaces de aportar al mundo. Pero te has parado a pensar, ¿qué es lo que es realmente necesitamos educar para lograr este objetivo? ¿En qué valores se apoya el aprendizaje de un espíritu solidario, generoso y comprometido?

 


Primero tenemos que pensar en el ejemplo que damos los adultos y empezar a ser solidarios y generosos con ellos y con los demás para que vayan integrando ese modelo de comportamiento. Ósea que si desde bien pequeñitos han vivido y visto en casa que compartimos nuestras pertenencias, lo harán de forma natural y espontanea en el futuro.

También tenemos que parar a pensar qué valor tiene nuestro hijo en ese momento sobre la buena educación o las buenas formas en las relaciones sociales, ¿realmente puede entenderlas o todavía no está en el periodo de madurez en el que sí las entiende?

Además tenemos que tener en cuenta que la mayoría de niños su apego y vínculo por las cosas es muy fuerte, no están preparados para el razonamiento que tenemos nosotros los adultos cuando les decimos que otro niño tendrá su juguete durante un rato.

No obstante, aunque nos cueste ver al niño frustrado, éste pequeño lo que en realidad aprende es a tener resiliencia o una fuerza interior, lo cuál le será fundamental para poder alcanzar metas y proyectos en la vida futura.

 

Espero que este pequeño escrito te haga reflexionar y te resuene.

 

Disfruta del camino.

La Empatía

La empatía es una de las herramientas más potentes que unos padres pueden utilizar para educar a sus hijos. ¿Te imaginas mirar a través de los ojos de la otra persona?

Eso es lo que como padres/madres/figuras de referencia, deberíamos de interiorizar a la hora de querer educar a nuestro hijos, lo cual significa cada momento que compartamos con ellos en el que le estemos enseñando una norma, poniéndole un límite, apoyándole en una rabieta, en cada unos de estas situaciones y en muchas otras necesitan que les regalemos dosis de EMPATÍA.

La definición de empatía según la Real Academia Española: 1.Sentimiento de identificación con algo o alguien. 2. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

Por lo tanto, una persona para poder estar y ponerse en el lugar del niño, tiene que estar en sintonía con él, lo que viene siendo estar desconectado de nuestro mundo y sumergirnos en el suyo, escucharle, meternos en la mente de él, intentar pensar como se siente. En definitiva, si conectamos con nuestro pequeño conseguiremos que se sienta comprendido, escuchado y por lo tanto seguro. Sin lugar a dudas, notarás que se calmará antes, que superará sus miedos y angustias, y que su confianza y la relación entre vosotros crecerá.

 

Sentir es un privilegio y aprender a expresar nuestras emociones nos ayuda acercarnos a quienes amamos.

A veces pienso que muchos adultos nos cuesta identificar que emoción sentimos, o a veces nos cuesta aceptar nuestras emociones, si por el contrario, conocemos las emociones y dialogamos sobre nuestros sentimientos, ayudaremos a nuestros hijos a sentir su vida con todo su potencial, sin detrimento de ninguna de sus capacidades.

Nuestros pequeños necesitan descubrir, identificar y saber diferenciar las emociones a través de historias, cuentos, situaciones que viven en el día a día, o incluso a través de un Emocionario. De esta manera, conseguiremos que se descubran a sí mismos y que se conviertan en adultos autoconscientes para que puedan afrontar los retos de la vida con capacidad sensitiva.

 

Un vídeo muy cortito que os recomiendo ver para reflexionar sobre el gran poder de la empatía. Ya que para mí es la habilidad más importante a la hora de educar y ayudar a los niños en su desarrollo.


https://www.youtube.com/watch?v=hRE6P_FY2rE

El juego libre

El juego es la actividad central del niño, o al menos debería serlo en la etapa de 0 a 7 años.

El juego en sí, es una experiencia donde ocurren muchísimos aprendizajes, integran experiencias, desarrollan capacidades o ensayan situaciones nuevas.

El juego libre tiene un papel fundamental porque ofrece las condiciones óptimas para que los niños desarrollen herramientas sociales, dado que jugando se encuentra con otros niños, tanto en situaciones en las que tener un compañero de juego es una alegría pero a la vez la convivencia también supone un reto. Pueden ocurrir situaciones de conflicto y es aquí viviendo dichas situaciones que el niño aprenderá a gestionarlas y a resolverlas.

Es genial observar cómo los niños buscan soluciones a los conflictos que surgen, por eso es importante que le permitamos, es decir, el adulto tiene que intervenir cuando los niños no pueden resolver por ellos mismos o bien cuando no consigan encontrar una buena solución para todos. No obstante, necesitarán que les demos tiempo y tener oportunidades para poder resolver y muchas veces nos sorprenderán porque encuentra soluciones realmente creativas a los conflictos.

 

En los momentos donde los niños juegan libremente respiran a un ritmo más lento, lo cual oxigena su cerebro y es importante cuando su organismo se está desarrollando y creciendo.

El juego es un potencial que se tiene que desarrollar y que un potencial no se puede desarrollar si no se practica. No basta con que jueguen durante el descanso, entre actividad y actividad, necesitan ratos largos para poder desplegar, sin ninguna animación de ningún adulto, en donde ellos solitos descubrirán cosas nuevas y se sentirán satisfechos de haberlas descubierto. En esos ratos de juego se encontrarán con compañeros de juego a partir de los 3 o 4 años, y sobre todo a partir de los 5 años, si queremos que realmente desarrollen su potencial.

Nuestro rol como adultos es conceder tiempo, espacio y materiales para favorecer un buen juego. No es necesario estar supervisando, pero sí estar disponible para ayudarlos a gestionar posibles situaciones difíciles de convivencia y para recordar las normas.

Como dice Alvaro Bilbao en el libro El cerebro explicado a los padres, el niño percibe el mundo, principalmente, a través de las emociones, el juego y el afecto.

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